En el Campeonato de Australia,
jugué con el experimentado maestro australiano Cecil Purdy. Al calcular una
extensa variante en el medio juego, advertí que mi adversario no podía efectuar
el enroque largo, porque la torre tenía que cruzar una casilla «batida» para
efectuarlo. Pero me sorprendió que lo efectuase, y con timidez pregunté:
—¿Es que se puede enrocar en esta
posición?
Por debajo de su visera de
cartulina con que se protegía la vista de los deslumbradores rayos del sol,
Purdy me miró sorprendido tratando de adivinar si mi pregunta era una simple
broma. Tras lo cual contestó entre dientes y con desazón:
—¡Naturalmente! ¡La torre cruza
la casilla «batida» y no el rey!
Me quedé conforme, y la partida
prosiguió.(Nota: Ganó Averbach)
Luego, en la revista australiana «World Chess» se publicó un artículo sobre mí que empezaba más o menos de esta manera: «¡Escribe libros de ajedrez y, sin embargo, desconoce las reglas de este juego!»
Purdy con su clásica visera |
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