24/5/14

EL PRIMER AJEDRECISTA AUTOMÁTICO REAL


JAQUE MATE ANUNCIADO POR ALTAVOZ O EL PRIMER AJEDRECISTA AUTOMÁTICO REAL Y VERDADERO


"El Ajedrecista", por dentro, sin trucos posibles.
La primera máquina de ajedrez que funcionó en la realidad fue construida por el genio español Leonardo Torres y Quevedo, hacia el año 1890. (Tal vez fue en 1912. C. PRADT) Sin truco alguno de intervención humana, este autómata elec­tromecánico da mate al rey negro adversario, con su rey y torre propios, en 63 jugadas. Según las vigentes reglas de la FIDE, el resultado de la partida quedaría en tablas. Pero vale la pena considerar la conducción geométrica del mate, sumamente ingeniosa para su época.
 
 
 
 
Plano técnico por Quevedo del "Ajedrecista"
 
 
Los movimientos han de efectuarse siguiendo una especie de ra­nuras, para que la máquina pueda registrarlos. A este objeto, el ta­blero está dividido en dos zonas llamadas de torre, y una zona cen­tral. Ahora bien, la maravilla sólo puede funcionar a partir de una posición inicial dada.


Con arreglo a la disposición en tres zonas, y partiendo siempre de la zona en donde se halla el rey negro, el autómata decide y juega según las opciones siguientes:


 
1.         Si el rey negro se halla en la misma zona que la torre blanca, aleja la torre.

2.         Si la distancia vertical entre la torre y el  rey negro es de más de una hilera, se le reduce la movilidad.

       3.    Si la distancia entre ambos reyes no es lo bastante reducida como para dar oposición al negro, entonces el rey blanco trata de disminuirla. Véase la conducción del mate a partir del diagrama de la figura 2: Blancas: R1TD, T2CD; negras; R6TD.




 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Como hemos visto, a la máquina le bastan prácticamente cinco criterios:
1.         Defensa      2.    Aproximación  3.   Tiempo  4.    Jaque (y mate)   5.         Oposición
Esta sencilla estrategia de preguntas y respuestas fracasaría, en cambio, con un mate elemental algo más difícil, como el de rey y dos alfiles contra rey solo. No obstante, y teniendo en cuenta la época en que vivió Torres Quevedo, no podemos regatearle nuestra admiración por su genialidad.
Por cierto que esta máquina maravillosa todavía existe y funcio­na. En el Departamento de Construcción de Máquinas de la Univer­sidad Politécnica de Madrid puede uno enfrentarse al autómata, siem­pre que conceda su permiso don Miguel Toros y Gallino. En base a un principio no muy diferente del primitivo «gramófono», el «robot de sobremesa» anuncia «jaque» y «mate» por medio de un altavoz.
(Libro "Ajedrez y Computadoras" de Pachman y Kuhnmund)
 
 
El Genio Español
 
No hay lugar a dudas de que Leonardo Torres Quevedo creó la primera máquina capaz de dar jaque mate a cualquier humano que le pusieran enfrente. Muchos dirán "En realidad no jugaba Ajedrez, sino que ciertas posiciones...etc", pero son excusas triviales. De por sí marcó el camino para las computadoras de ajedrez; y cabe destacar que se inició en un país que no estaba a la vanguardia en esta disciplina, así que el mérito es más que el doble. Felicito a España por la proeza de uno de sus grandes genios, y que debe ser recordado como cualquiera de sus grandes personalidades.



Leonardo Torres Quevedo, Genio Español
 

 
 

15/5/14

Torneo de París 1924 (III)


1.4 La Organización del Torneo Internacional de París 1924 

Como consecuencia de la gran cantidad de participantes -más de cincuenta- se modificaron las bases del Torneo. Se impuso a los jugadores un enorme esfuerzo ante la posibilidad de tener que jugar en algunos casos hasta ¡12 horas diarias! Las horas de juego se dividieron en dos sesiones: una de 14 a 18, otra de 20 a 24, y otras cuatro horas por la mañana para las partidas suspendidas.

La Comisión de jueces, presidida por el Campeón ruso Alexander Alekhine, constituyó entre los 55 jugadores participantes 9 grupos –8 de 6 y 1 de 7 jugadores–, cada uno de los cuales jugarían torneos particulares. Los vencedores conformarían, a su vez, otro grupo, los segundos otro, etc., y de este modo se irían eliminando los perdedores. Los grupos donde participarían argentinos se componían así:

I. RECA, Hromadka, Sterk, Jonet, Holloway, Matisons (en este grupo estaba Euwe pero pasó al grupo 3)

III. GRAU, Euwe, O’Hanlon, Miliani,  Loewenton, Marín; (al principio figuraba Strick pero no jugó)

VI. FERNÁNDEZ CORIA, Schultz, Brown, Gudju, Golmayo, Kohn;

IX. PALAU, Johner, Handasyde, Skalicka, Gibaud, Romih.

Quien no inició las partidas fue el jugador H. Strick van Linschotten (Holanda), probablemente con la idea de ayudar a los organizadores al quedar una cantidad de jugadores múltiplo de 6. De ese modo, de los 55 jugadores originales quedaron 54, 6 grupos de 9 cada uno. Todos los jugadores deberían enfrentarse entre ellos, y los vencedores de cada grupo volvían a enfrentarse en otro torneo, que consagraría al Campeón Mundial Olímpico amateur. Los restantes jugadores que quedaban eliminados del torneo de ganadores, pasaron a tomar parte en otra confrontación, el Torneo Subsidiario, a 8 rondas. Se eligió una especie de Sistema Suizo, siendo el Dr. Alekhine quien tuvo a su cargo la engorrosa tarea de formar las respectivas parejas. El ajedrecista ruso Víctor Kahn desistió de intervenir en esta segunda etapa, facilitando las cosas por cuanto dejó el número de participantes en 44, número par, en lugar de 45. La clasificación por conjuntos se hizo por la totalidad de puntos que obtenga la delegación de cada país, y se trató de que todos los competidores jueguen la misma cantidad de partidas; aunque esto lamentablemente no se cumplió y perjudicó a los argentinos, ya que algunos países ganaban puntos sin jugar.

Pero antes de comenzar con el torneo principal se realiza un torneo amistoso en honor al genial Alexander Alekhine ( o Aljechin), que en el diario La Nación (12 de julio de 1924), anunciaba:

“En un breve torneo para festejar la llegada de Aljechin, éste se clasificó primero; segundo finalizó Palau, y tercero Grau. Bajo la dirección de Aljechin se realizará mañana el sorteo previo a fin de constituir los grupos que participarán en las pruebas preliminares, cuyo número se calcula en 10”.  

Como se sabe, fueron finalmente 9 grupos. Los argentinos comenzaban a destacarse, ya desde el torneo honorífico…

También los jugadores prestaron el juramento de rigor, y destacaba el diario La Razón (13 de julio de 1924):

 “Con el juramento de los participantes quedó inaugurado el certamen mundial. Los 55 participantes fueron presentados por el intendente del IX Distrito de París, señor Sauphar. Asistieron las autoridades de la Federación Francesa y varias personalidades de los países representados en el torneo”.
(Continuará)

1/5/14

Torneo de parís 1924 (II)


1.3   El Equipo Argentino va a París

La invitación de los organizadores de los Juegos Olímpicos de París fue recibida por la Federación Argentina de Ajedrez (FADA), y por ello la designación del Equipo Argentino corrió por su exclusiva cuenta. El Dr. Querencio como Presidente de la FADA envía un telegrama a la Federación Francesa, entidad organizadora del certamen, en el que se le comunica el nombre de los jugadores que han de representar a la Argentina. En ese momento, el importante Club Argentino de Buenos Aires estaba separado de la Federación y no se contaron con sus buenos jugadores, excepto el veterano Villegas, pero que finalmente éste no pudo participar debido a sus ocupaciones. A la vez Roberto Grau fue designado como representante nacional al Congreso Internacional que el 20 de julio se celebraría en el Hotel Majestic de París, para dejar constituida la Confederación Internacional de Ajedrez, llamada luego Federación Internacional de Ajedrez o FIDE como la conocemos hasta hoy.

El 11 de junio partieron en el buque Arlanza (5) los jugadores argentinos en dirección a Cherburgo para  dirigirse de allí a París.

Buque ARLANZA
Cuando llegaron a la Capital de Francia ellos descontaban que nuestro país era desconocido en Europa.
 
ELLERMAN
Sin embargo, comenzaron a conversar con los representantes de dieciséis delegaciones internacionales, y se dieron cuenta de que estaban equivocados. Argentina era conocida por los ajedrecistas de todos los países de Europa a través de la extraordinaria obra, del ingenio y de las excepcionales condiciones de un argentino: ARNOLDO ELLERMAN, conocido como “El Rey del Mate en Dos”.
 
 
 

Para ilustrar las peripecias del viaje desde Buenos Aires a París, Damián Reca relata vivamente sus recuerdos de esta aventura:

“Al partir de Buenos Aires no se experimentan mayores emociones –ajedrecísticamente consideradas–¡está tan lejano el día de la llegada! Por otra parte, carecemos de responsabilidad frente a la empresa que acometemos, y es la persuasión de nuestro fracaso lo que nos hace permanecer un poco indiferentes al mismo. Pero cuando llegamos a Montevideo y las primeras manos amigas se nos tienden llenas de fuerza y augurio, cuando las primeras palabras pronunciadas nos hacen entrever la posibilidad de una actuación feliz, sentimos algo inexplicable... Ahí está Freitas, con su exagerado optimismo, del cual ha contagiado a sus acompañantes y a nosotros mismos, que nos dice –como un portavoz del ajedrez uruguayo– ¿y por qué han de perder?, ¿Qué aficionados hay en el mundo que hagan el mismo ajedrez que ustedes? Y razona largamente, con tan abundancia de lógica, que no podemos discutir siquiera. Y en Río de Janeiro, ¿No ha jugado, acaso, Souza Mendes, el brillante campeón carioca, más de 100 veces con los ases de Europa?, ¿Y no es él mismo quien predice nuestro triunfo después de mostrarnos sus partidas? Francamente, la opinión americana es unánime. Nadie duda de nuestro poder y mi entusiasmo –tal vez un poco apasionado porque no va unido a él la responsabilidad de la acción– nos hace pensar seriamente en el torneo, seriamente en el primer puesto del torneo.

El viaje, maravilloso de suyo, ¡continúa ahora con esta nueva alegría de la gran sorpresa probable! Bahía, Pernambuco, seis días y seis noches plenos de largos sueños frente al mar inmenso con su sol brillante y su luna pálida, y después Madeira, Lisboa, Vigo, ¡Cherburgo al fin! El tren nos arrastra vertiginosamente a través de la campaña francesa –cuyo paisaje hace perdonar insensiblemente los chistes de Palau– por espacio de varias horas, hasta la estación de S. Lazare.

París en el año 1924
¡París! He aquí un nombre de leyenda para nuestra pobreza perpetua; una ambición de ensueños que se cumple por milagro del maravilloso ajedrez... Falsas palabras pudiera pronunciar ahora si pretendiera ocultar la emoción de este encanto. ¿Ajedrez? ¿Es ello posible en esta ciudad divina donde hemos saciado espiritualmente nuestra sed? Aquí, donde las primeras mujeres que pasan nos envuelven con sonrisas promisorias; aquí, en esa tarde primaveral, lujuriosa y brillante, ¡no parece sino que debiéramos entregarnos a nuestra orgía interna de luz y de amor! Pero pensamos en nuestros bolsillos exhaustos, en la tierra lejana que espera de nuestra acción satisfacciones legítimas, en nuestros compañeros sacrificados al paseo por una imposición de número y nos arrancamos de inmediato al encanto sutil de la llegada, en esta tarde maravillosa con mujeres sonrientes...”

Estas evocaciones continúan, junto con las impresiones de Palau y Grau, que se mencionarán más adelante.