30/12/15

1955: Bodas de Oro del Club Argentino de Ajedrez (III)


 (continuación)

Los hombres que hicieron posible esta magnífica realidad de hoy, con su visión, su sacrificio y su esfuerzo personal, merecen el recuerdo emocionado de todos los aficionados a este juego noble y apasionante, que ha tenido la enorme virtud de canalizar muchas voluntades, que de otra manera tal vez hubiesen puesto su entusiasmo al servicio de otra causa menos recomendable.
Los nombres de sus iniciadores son éstos: J. Badaracco, F. Rodríguez, L. Mollina Carranza, J. Lynch, Benito H. Villegas, R. E. Giménez y A. Waugh. Los 24 socios fundadores, cuya firma está en el acta del 17 de abril de 1905, son los siguientes: Emilio Carranza, primer presidente del club; Joaquín Pérez Mendoza, Alberto Daroqui, Lisardo Molina Carranza, Benito H. Villegas, Augusto Leubardtson, Fermín Rodríguez, Carlos Malagarriga, Alejandro Waugh, José María Coronell, José Ripoll, A. García Santos, A. E. Bach, José F. Badaracco, José Ojeda, Eugenio Lartigán, Conrado Weisel, H. Coupe, Ernesto R. Meyer, Hugo Kramp, Diego Fernández, E.G. Sooville, Ricardo Giménez y Julio A. Lynch.
En momentos de cumplir sus cincuenta años de vida el Club Argentino de Ajedrez realiza un nuevo e importante certamen que lleva el nombre de Gran Torneo Internacional de Ajedrez Presidente Perón, en conmemoración de las bodas de oro de la entidad, que cuenta con la participación de grandes valores del ajedrez mundial.
DE JAQUE EN JAQUE Y
CON LA CASA A CUESTAS
  Como todas las entidades deportivas, el Club Argentino de Ajedrez debió luchar especialmente en sus primeros años de vida, con los inconvenientes originados por diversos factores coincidentes, a los que casi nunca fue ajeno lo económico. Pero para llegar a lo que es hoy, el club pasó sucesivamente por estas etapas que van amojonando su existencia:
Se fundó en los altos del café Luzio, en San Martín y Bartolomé Mitre, donde se realizó la primera asamblea y se dio nombre a la institución. Pero la primera casa formal recién se logró inaugurar el 22 de mayo de ese mismo año 1905 y estaba en la calle Bartolomé Mitre.
Segundo local: Fue en una casa que había sido ocupada por la Sociedad Rural, que dejó en donación al club unos cómodos sillones que aún se usan…Esa casa estaba en Cangallo 833, en donde fueron el 24 de agosto de 1905. De allí, después, los echó el progreso: la apertura de la Diagonal Roque Sáenz Peña.
Tercer local: Carlos Pellegrini 449. Allí pagaban 1.200 pesos mensuales de alquiler. Fue donde se jugó la famosa serie entre Alekhine y Capablanca, una de las etapas más brillantes del club. Inauguraron ese local en 1926.
Cuarto local: Cangallo 1448, en 1929.
Quinto local: Maipú 628, en una casa que había sido de la esposa del doctor Carlos Pellegrini. Estuvieron hasta 1933.
Sexto local: Avenida de Mayo 1411, en 1936.
Séptimo local: Bartolomé Mitre 2152 desde diciembre de 1938 hasta septiembre de 1941.
Octavo local: Santa Fe 1292, y allí estuvo el club hasta junio de 1946.
Noveno local: Arenales 1624, hasta mayo de 1948.
Y décimo local: es el actual, en Paraguay 1858, primera casa propia del club, adquirida con un subsidio por ley nacional.
Esta casa, de cuatro pisos, reúne todas las condiciones para un club de ajedrez tan importante como el Argentino. Cubre perfectamente sus necesidades…actuales. Pero cuando comience a quedarles chica, ya arbitrarán sus autoridades los medios necesarios para seguir el camino hacia adelante, como lo han hecho durante medio siglo. Seguirán, si es necesario, peregrinando por la ciudad, siempre al ritmo del progreso, de las necesidades, de las inquietudes que animan a los hombres del ajedrez. Pero la máxima aspiración de sus hombres fue siempre la casa propia. Y ya la tienen…Se terminaron los jaques…
CURIOSIDADES
En cincuenta años de vida activa el Club Argentino de Ajedrez vio desfilar por sus registros nombres de gran significación en las distintas actividades de la historia del país. Músicos, poetas, escritores, médicos, científicos, ingenieros, políticos, deportistas; en fin: personalidades de todas las esferas han sido asociados, en distintas épocas, de la entidad decana de nuestro ajedrez. Una charla con viejos asociados del club, de hombres que son un poco la historia viviente del Argentino, nos permite ir anotando nombres que forman distintos capítulos de la propia historia del país.
Entre los músicos famosos que han jugado al ajedrez en el club figuran – como si el arte y el juego tuvieran afinidad- don Julián Aguirre, cuya muerte se produjo, precisamente, en el club, mientras jugaba una partida de billar, al que era muy aficionado, lo mismo que al ajedrez. También don Alberto Williams y don Edmundo Piazzini, célebres músicos de distintas épocas, fueron activos y entusiastas socios del club.
Entre los poetas que más se distinguieron extraemos de la larga lista unos pocos nombres: don Francisco Soto y Calvo, cuya fotografía, “con toda la barba”, adorna el salón de la presidencia. Y don Carlos Obligado, padre del doctor Alberto Obligado, también socio del Club Argentino.
Dos intendentes municipales de la ciudad de Buenos Aires fueron asociados: Joaquín  Llambías y Mariano de Vedia y Mitre.
Y tres ministros: Leopoldo Melo, Ezequiel Ramos Mejía, primer ministro de Obras Públicas de la Nación, y Salvador Oría.
Muchos militares: el general Enrique Jáuregui, el general Manuel Campos, el coronel Ezequiel Pereira, el teniente coronel Juan J. Serrato y otros.
Los periodistas José C. Paz, Manuel Láinez, Jorge Mitre, José Ojeda y muchos más.
El historiador Raúl a. Molina; los médicos Walter Jacob, José M. Elizalde, Enrique Corbellini, Francisco Maraini, Carlos Querencio; los abogados Rafael Ruiz de los Llanos, Federico Alvarez de Toledo, Alejandro Raíces, Juan Carlos Cruz, José Saravia.
En 1910, un obispo y diputado nacional, monseñor Gregorio Romero, fue socio del club y apasionado ajedrecista, lo mismo que don Agustín Drago, cuyo prestigio de ajedrecista venía desde el Club del Progreso, y don Miguel Angel Gelly, hijo del general Gelly.
El representante diplomático de Cuba, don Manuel Márquez Sterling, fue el primer organizador de torneos allá por 1908. Anteriormente había estado en Europa y aqui ofreció conferencia y charlas sobre ajedrez.
También fue frecuente huésped del club Félix Bocayuva, hijo de don Quintino, que daba conferencias sobre temas relacionados con el juego. Y fueron también asistentes al club los generales Campos y Capdevila, jefes contrarios de los bandos que lucharon en la revolución del 90. Cuentan los viejos asociados que   el general Campos era muy resuelto: avanzaba siempre, sin retroceder jamás. Algunas veces un movimiento hacia atrás de un caballo, un alfil o una torre podía salvar una partida. Pero el general Campos decía:
-          ¡No! ¡Siempre adelante!
Y perdía. 

El doctor Alekhine y el simpático gordo Roberto Grau, 
una de las grandes figuras de nuestro tablero, 
con los pequeños aficionados vencedores de un campeonato infantil. 
Alekhine entregó los premios.



Tres figuras históricas del ajedrez: 
juegan Roberto Grau y Benito H. Villegas, 
ante la presencia del doctor Tartakower, 
que fue un gran amigo de nuestros ajedrecistas.

26/12/15

LONDRES 1851: El Primer Torneo Internacional de Ajedrez (I)



EL PRIMER TORNEO DE AJEDREZ SE JUGÓ EN LONDRES EN 1851
(Basado en el relato de Ernesto Maeder,
 Revista AJEDREZ  mayo 1958, Editorial SOPENA )
Crystal Palace por dentro
El primer torneo que recuerda la his­toria del ajedrez, en el que intervi­nieron renombrados maestros —en cierto modo podríamos calificarlos de la escuela romántica— fue el que tuvo lugar en Lon­dres en el año 1851. Competencia internacional que inició una importante época, tuvo la virtud de popularizar el juego y propul­sar su estudio y progreso técnico. Aparte del interés histórico que reviste, lo rodearon incidencias y detalles curiosos, cuando no pin­torescos, interesantes de recordar en nues­tros días.

Crystal Palace (‘Palacio de Cristal’) sede de la Gran Exposición
Hacía tiempo que los ajedrecistas ansiaban la realización de una justa para dirimir quiénes eran los mejores maestros y espe­raban también que la bibliografía ajedre­cística se enrique­ciera con la compilación de nuevas partidas magistrales. También debía aprovecharse la oca­sión, para establecer y unificar ciertas re­glas del juego, hasta entonces bastante va­riadas y confusas.
La competencia tuvo lugar en un momento propicio, pues se llevó a cabo mientras se realizaba una Gran Exposición Internacional en una época tranquila y progresista, crean­do una atmósfera realmente propicia para llevar a cabo, un gran torneo internacio­nal de ajedrez.
Se nombró una comisión organizadora eje­cutiva compuesta de patrocinantes influyen­tes y adeptos al juego. El total recaudado ascendió a 647 libras y alcanzó con holgura para hacer frente a algunos gastos y distribuir premios en verdad valiosos. Es de hacerse notar que todos los participantes debieron abonar de su pe­culio los gastos de viaje y estada en Londres.
Se decidió organizar el gran torneo en base a la realización de una serie de "gran­des encuentros individuales", como se dio en denominarlos, a cuyo efecto quedaron admitidos jugadores de cualquier país. Se programó también una serie de encuentros entre jugadores del interior del Reino Uni­do, que se llamó Torneo Provincial. Final­mente, se resolvió jugar también otro tor­neo de menor importancia en el que inter­vinieron varios maestros ingleses y extran­jeros. Nos limitaremos a historiar solamente el torneo del título.
La falta de experiencia en organizar un certamen sobre bases equitativas para todos los participantes, además de la falta de cier­tos aspectos que hoy en día es imprescindible, pagaron su tributo y sin duda fue la causa de que se recurriera a un proce­dimiento tan inadecuado, que hoy nos pa­recería inadmisible. En efecto, se decidió hacer un torneo por eliminación, regido por cláusulas poco comunes. Suponiendo que la cantidad de participantes fuera de 32 — cifra ideal supuesta para hacer posibles sucesivas divisiones por 2— los jugadores debían en­frentarse divididos en 16 parejas, Quienes primero ganaran dos partidas sobre tres, sin contar las tablas, resultarían ganadores del primer turno, mientras que los perdedores quedaban automáticamente eliminados. En el segundo turno los jugadores debían en­frentarse formando 8 parejas, pasando los vencedores al tercero, quedando clasifica­dos los ganadores para adjudicarse los ocho premios instituidos. El orden correlativo de estos ocho premios se establecería a través del resultado del 3º y 4º turno, como se verá más adelante.
Staunton

Se estableció que el torneo debía jugarse en el Saint George's Club, que se hallaba cerca de la Gran Exposición y los compe­tidores debieron presentarse el día antes, de 14 a 18 horas, para proceder al sorteo de adversarios y fijar los días y horas de juego. La inscripción fijaba el pago de 5 libras y hoy resulta ingenuo pensar que con un aporte así se pretendía realmente evitar la participación de jugadores inferiores. Además, el ganador del torneo se compro­metía a aceptar el desafío de cualquiera de los participantes que depositara 100 li­bras dentro de las 48 horas del reto. Tam­bién el desafiado se comprometía a igualar ese depósito.

Quedó establecido que se jugaría de acuerdo a las reglas vigentes en los prin­cipales clubes europeos. Si un jugador se presentaba con más de media hora de re­traso, debía pagar una multa de una guinea, que ingresaba al fondo del torneo, pero de presentarse tarde por tercera vez quedaba eliminado de hecho. Las sesiones de juego duraban ¡8 horas! De no terminarse la par­tida, debía proseguirse al día siguiente. Las ausencias sólo se admitían una vez y con justificativo médico, quedaban exentas del pago de multa.

Wyvill
Un problema serio que se les presentó a los organizadores fue decidir sobre el tiem­po a acordarse a los jugadores para meditar sus jugadas. No existían entonces relojes de ajedrez ni a nadie se le ocurrió pensar en ellos, de modo que, luego de largas discu­siones, se resolvió que se jugara sin limi­tación de tiempo, lo cual es una enormidad, dejándose librado a la caballerosidad de los adversarios no llevar las cosas al extremo en materia de utilización del tiempo. Parece ser que Mucklow y Williams eran los que más demoraban en realizar sus jugadas, pues comentaba Staunton, al referirse a uno de los juegos entre dichos adversarios: "No sé si se anotó el tiempo que duró esta partida, pero debe haber sido portentoso, pues en la planilla se encontró una significativa ano­tación del infortunado secretario fiscal que decía: ‘¡Ambos jugadores están casi dor­midos!’" Fue una defensa siciliana que ga­nó Williams con las negras en 77 jugadas. Esta partida, así como varias otras, dieron la pauta de que en lo sucesivo debía ha­llarse la fórmula para reglamentar el tiem­po para meditar las jugadas.
Hugh Kennedy (Captain)

A propósito del control del tiempo y apar­tándonos brevemente del torneo, resulta in­teresante mencionar que durante el encuen­tro entre Anderssen y Kolisch, disputado en 1860, se utilizaron por primera vez relojes de arena para controlar el tiempo y se ju­gó a razón de 24 jugadas en 2 horas.
Pero volvamos al torneo. El 26 de mayo se efectuó el torneo. Previamente algunos dar lugar así a que se llegara a un total de 16 jugadores, cifra ideal para facilitar a los organizadores la realización de una prue­ba por eliminación. Algunos maestros que habían anunciado su participación, entre ellos el alemán von Heydebrand und der Lasa, el ruso Petroff y el francés Saint Amant, a quienes se consideraba primeros valores en sus respectivos países, no llega­ron a presentarse, lo mismo que el mayor Jaenisch y Schumoff, rusos. Jaenisch llegó recién al terminar el torneo.
 
El sorteo se llevó a cabo mediante 8 bo­letas blancas y 8 amarillas numeradas del 1 al 8. Las boletas blancas daban opción a elegir la salida y... ¡color de las piezas! Aclaremos que algunos eligieron las negras para salir, pues aún no estaba reglamentado que  las  blancas   tienen   invariablemente la salida, como hoy es norma en todo el mundo. El resultado del sorteo fue el siguiente: Kieseritzki - Anderssen; Löwenthal  - Wi­lliams; Horwitz - Bird; Szen - Newham; Mayet - Capitán Kennedy; Lowe- Wyvill; E. S. Kennedy - Mucklow, y Brodie -Staunton.
Otro detalle curioso: E. S. Kennedy y Brodie, dos buenos jugadores británicos, fueron designados suplentes de Jaenisch y Schumoff, hasta que éstos llegaron de Ru­sia, lo que, como hemos visto, no llegó a ocurrir a tiempo.
Los inconvenientes de este sistema tan azaroso se pusieron en seguida en eviden­cia, pues resultaron algunas parejas desacer­tadas, entre otras las de Anderssen y Kieseritzki o la de Horwitz con Bird, pues fa­talmente quedarían eliminados algunos de los mejores jugadores del torneo ya en el primer turno.
Continuará...

23/12/15

1955: Bodas de Oro del Club Argentino de Ajedrez (II)


(Continuación del relato -El Gráfico, Abril 1955)

No solamente en los cafés de Luzio y de Lloveras se practicaba el juego mudo. También en el Katuranga, en los 24 Billares y hasta en el Club del Progreso se jugaba ajedrez. Hasta se habían fundado ya varios clubes: en 1881 había nacido el Club de Ajedrez. Y luego otros, entre los que se recuerdan el Buenos Aires, el Internacional, el Círculo, el Escandinavo, el del Ferrocarril Sud, el del Plata, el del Central Argentino y otros que fueron muriendo por falta de medios. De todos, el único que sobrevive es el Argentino, de cuya brillante historia diremos algunos fragmentos tomados al azar. Medio siglo de actividad, documentada por centenares de miles de recortes, no pueden ni siquiera esbozarse en una nota, por mejor buena voluntad que se tenga. Y éste es uno de los pocos casos en que un relato puede fracasar…por exceso de material.
El Club Argentino de Ajedrez posee, en su calle Paraguay, un material bibliográfico tan extraordinario que hace ya muchos años, cuando vino a Buenos Aires el doctor Tartakower, dijo que entre las muchas cosas buenas que tenía el club lo mejor eran sus libros de recortes.
Allí están, aumentados con lo que se va publicando día a día, 26 volúmenes tamaño diario, prolijamente encuadernados, con centenares de páginas cada uno, los recortes de muchos años, para leer durante toda la vida.
Pocas actividades tan fecundas en anécdotas o en cosas curiosas como el ajedrez. Cada jugador, cada aficionado, tiene muchas cosas que contar. Hay tantas que, como en el caso anterior, no se sabe cuándo llega la hora de la decisión, cual publicar.
Vaya, pues, al azar, una muy breve que oímos hace muchos años y que tiene, por vieja, muchas variantes…como corresponde, precisamente, al ajedrez.
Cuéntase que en un viejo bodegón donde se jugaba diariamente- nocturnalmente, para decirlo con más propiedad – al ajedrez, dos rivales se enfrentaban ante la impasible mirada de un buen señor que llegaba, saludaba con un ademán y tomaba asiento junto a un tablero, sin una palabra. Como esta actitud contrastaba con la de los mirones, que jamás pueden estar callados, los dos jugadores aceptaban muy complacidos la muda visita. Pero una noche, mientras jugaban, se originó entre ellos una discusión por una jugada que pudo haber sido así o de la otra manera. Y como no lograban ponerse de acuerdo, resolvieron consultar al silente espectador.
-¿no es verdad, señor, que si yo juego esta torre le gano la dama…?
Y ante la sorpresa mayúscula de ambos, el tipo les contestó:
-Vea, señor…yo no entiendo nada de esto. Vengo aquí porque en la oficina el patrón me grita todo el día. En casa me gritan mi mujer y mi suegra…aquí es el único lugar donde puedo pasar un par de horas tranquilo. Por eso vengo, señores…
En el Club Argentino también había uno de ésos. Hacia todo igual que el anterior. Sólo que cuando le preguntaron por qué iba si no sabía jugar, contestó:
-¡Es porque aquí hay estufa…!
Recorriendo páginas de la formidable colección de recortes, tomamos algunos apuntes. Son piezas deshilvanadas, de volúmenes abiertos al azar. Y de ellos recogemos estos párrafos:
“Don Antonio López, el viejo buffetero del club, es una reliquia viviente. Su chocolate fue famoso en Buenos Aires y por las noches, cuando la gente salía del teatro de la Ópera, cercano al club, se llegaba hasta allí para tomar el chocolate con masas”.
Un diario de 1927, al ocuparse del match entre Alekhine y Capablanca, dice que en un sorteo de piezas para la primera partida al morocho cubano Raúl Capablanca le corresponderá jugar con las piezas blancas, mientras que al muy blanco Alekhine le corresponderán las negras. Y la señora de don Lisardo Molina Carranza, presidente del club, comentó entonces risueñamente: “Siempre las blancas buscan a los negros y las negras a los blancos: es inevitable…”
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En 1927 el ajedrecista chileno Rodrigo Flores, que entonces contaba con 13 años, vino a Buenos Aires, acompañado por su padre. Era la primera vez que salía de Chile, su patria cercana, con eterna visión de montañas. Y cuando el tren se acercó a nuestras pampas dilatadas, el chico Flores, ciertamente preocupado, le dijo al padre:
-Papá… ¿dónde se metió la cordillera…?
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En aquella célebre serie entre Capablanca y Alekhine, en 1927, la opinión pública vivió pendiente del resultado del match, que finalmente ganó el jugador europeo. Mientras se desarrollaban las partidas, el público, por medio de los diarios, conocía todos los detalles de la vida de uno y otro competidor. Hasta sabían los más fervientes aficionados cuántos pocillos de café había tomado el cubano y cuántos cigarrillos había fumado Alekhine…
Y sabían también, naturalmente, dónde había terminado la noche Capablanca y a qué hora de la madrugada se había ido a dormir…si lo había hecho. Porque lo cierto es que su vida bohemia y sus características de auténtico noctámbulo  algunas veces lo obligaban a jugar una partida con un par de horas de sueño. Y era mucha la ventaja que en esas condiciones debía otorgarle a un  hombre de la disciplina de Alekhine. ¡Y del talento de Alekhine…!
*-*-*
Fue tal la conmoción que en todos los ambientes produjo la sensacional controversia entre el ruso y el cubano que hasta un caballo de carrera llevó el nombre del ganador del campeonato. Era hijo de The Panter y  Pas Si Mal.
Y el recio jugador ruso, el descendiente de la aristocracia zarista, fue una tarde al stud a acariciar el pescuezo del pura sangre que llevaba su nombre glorioso. Y a darle, tal vez, un terrón de azúcar.
Pero el mancarrón no hizo honor a la gloria de su nombre. No pudo salir de perdedor…
Era un chico Carlos Guimard cuando Alekhine estuvo nuevamente en Buenos Aires. La presencia del campeón ruso marcó una etapa en la vida del Club Argentino de Ajedrez. Y  Guimard es socio desde hace tantos años que ya ni recuerda. Debe de hacer mucho tiempo para que la fecha se haya ido de la privilegiada memoria del santiagueño, que es una fiera…
El primer campeón argentino, al instaurarse el título, fue Reca, a quien vemos en la nota jugando frente a uno de los hombres que más ha hecho por el ajedrez argentino: Benito H Villegas.*
*(Reca a la derecha)