23/12/15

1955: Bodas de Oro del Club Argentino de Ajedrez (II)


(Continuación del relato -El Gráfico, Abril 1955)

No solamente en los cafés de Luzio y de Lloveras se practicaba el juego mudo. También en el Katuranga, en los 24 Billares y hasta en el Club del Progreso se jugaba ajedrez. Hasta se habían fundado ya varios clubes: en 1881 había nacido el Club de Ajedrez. Y luego otros, entre los que se recuerdan el Buenos Aires, el Internacional, el Círculo, el Escandinavo, el del Ferrocarril Sud, el del Plata, el del Central Argentino y otros que fueron muriendo por falta de medios. De todos, el único que sobrevive es el Argentino, de cuya brillante historia diremos algunos fragmentos tomados al azar. Medio siglo de actividad, documentada por centenares de miles de recortes, no pueden ni siquiera esbozarse en una nota, por mejor buena voluntad que se tenga. Y éste es uno de los pocos casos en que un relato puede fracasar…por exceso de material.
El Club Argentino de Ajedrez posee, en su calle Paraguay, un material bibliográfico tan extraordinario que hace ya muchos años, cuando vino a Buenos Aires el doctor Tartakower, dijo que entre las muchas cosas buenas que tenía el club lo mejor eran sus libros de recortes.
Allí están, aumentados con lo que se va publicando día a día, 26 volúmenes tamaño diario, prolijamente encuadernados, con centenares de páginas cada uno, los recortes de muchos años, para leer durante toda la vida.
Pocas actividades tan fecundas en anécdotas o en cosas curiosas como el ajedrez. Cada jugador, cada aficionado, tiene muchas cosas que contar. Hay tantas que, como en el caso anterior, no se sabe cuándo llega la hora de la decisión, cual publicar.
Vaya, pues, al azar, una muy breve que oímos hace muchos años y que tiene, por vieja, muchas variantes…como corresponde, precisamente, al ajedrez.
Cuéntase que en un viejo bodegón donde se jugaba diariamente- nocturnalmente, para decirlo con más propiedad – al ajedrez, dos rivales se enfrentaban ante la impasible mirada de un buen señor que llegaba, saludaba con un ademán y tomaba asiento junto a un tablero, sin una palabra. Como esta actitud contrastaba con la de los mirones, que jamás pueden estar callados, los dos jugadores aceptaban muy complacidos la muda visita. Pero una noche, mientras jugaban, se originó entre ellos una discusión por una jugada que pudo haber sido así o de la otra manera. Y como no lograban ponerse de acuerdo, resolvieron consultar al silente espectador.
-¿no es verdad, señor, que si yo juego esta torre le gano la dama…?
Y ante la sorpresa mayúscula de ambos, el tipo les contestó:
-Vea, señor…yo no entiendo nada de esto. Vengo aquí porque en la oficina el patrón me grita todo el día. En casa me gritan mi mujer y mi suegra…aquí es el único lugar donde puedo pasar un par de horas tranquilo. Por eso vengo, señores…
En el Club Argentino también había uno de ésos. Hacia todo igual que el anterior. Sólo que cuando le preguntaron por qué iba si no sabía jugar, contestó:
-¡Es porque aquí hay estufa…!
Recorriendo páginas de la formidable colección de recortes, tomamos algunos apuntes. Son piezas deshilvanadas, de volúmenes abiertos al azar. Y de ellos recogemos estos párrafos:
“Don Antonio López, el viejo buffetero del club, es una reliquia viviente. Su chocolate fue famoso en Buenos Aires y por las noches, cuando la gente salía del teatro de la Ópera, cercano al club, se llegaba hasta allí para tomar el chocolate con masas”.
Un diario de 1927, al ocuparse del match entre Alekhine y Capablanca, dice que en un sorteo de piezas para la primera partida al morocho cubano Raúl Capablanca le corresponderá jugar con las piezas blancas, mientras que al muy blanco Alekhine le corresponderán las negras. Y la señora de don Lisardo Molina Carranza, presidente del club, comentó entonces risueñamente: “Siempre las blancas buscan a los negros y las negras a los blancos: es inevitable…”
*-*-*-
En 1927 el ajedrecista chileno Rodrigo Flores, que entonces contaba con 13 años, vino a Buenos Aires, acompañado por su padre. Era la primera vez que salía de Chile, su patria cercana, con eterna visión de montañas. Y cuando el tren se acercó a nuestras pampas dilatadas, el chico Flores, ciertamente preocupado, le dijo al padre:
-Papá… ¿dónde se metió la cordillera…?
*-*-*-
En aquella célebre serie entre Capablanca y Alekhine, en 1927, la opinión pública vivió pendiente del resultado del match, que finalmente ganó el jugador europeo. Mientras se desarrollaban las partidas, el público, por medio de los diarios, conocía todos los detalles de la vida de uno y otro competidor. Hasta sabían los más fervientes aficionados cuántos pocillos de café había tomado el cubano y cuántos cigarrillos había fumado Alekhine…
Y sabían también, naturalmente, dónde había terminado la noche Capablanca y a qué hora de la madrugada se había ido a dormir…si lo había hecho. Porque lo cierto es que su vida bohemia y sus características de auténtico noctámbulo  algunas veces lo obligaban a jugar una partida con un par de horas de sueño. Y era mucha la ventaja que en esas condiciones debía otorgarle a un  hombre de la disciplina de Alekhine. ¡Y del talento de Alekhine…!
*-*-*
Fue tal la conmoción que en todos los ambientes produjo la sensacional controversia entre el ruso y el cubano que hasta un caballo de carrera llevó el nombre del ganador del campeonato. Era hijo de The Panter y  Pas Si Mal.
Y el recio jugador ruso, el descendiente de la aristocracia zarista, fue una tarde al stud a acariciar el pescuezo del pura sangre que llevaba su nombre glorioso. Y a darle, tal vez, un terrón de azúcar.
Pero el mancarrón no hizo honor a la gloria de su nombre. No pudo salir de perdedor…
Era un chico Carlos Guimard cuando Alekhine estuvo nuevamente en Buenos Aires. La presencia del campeón ruso marcó una etapa en la vida del Club Argentino de Ajedrez. Y  Guimard es socio desde hace tantos años que ya ni recuerda. Debe de hacer mucho tiempo para que la fecha se haya ido de la privilegiada memoria del santiagueño, que es una fiera…
El primer campeón argentino, al instaurarse el título, fue Reca, a quien vemos en la nota jugando frente a uno de los hombres que más ha hecho por el ajedrez argentino: Benito H Villegas.*
*(Reca a la derecha)

No hay comentarios:

Publicar un comentario