27/5/15

Descripción Profesional de los primeros ajedrecistas argentinos.

Interesante es el análisis que realiza el Doctor Ernesto Daniel Andía en las primeras décadas del siglo XX sobre los más destacados trebejistas argentinos contemporáneos. Andía fue un médico psiquiatra, discípulo del Doctor José María Ramos Mejía. Trabajó en el Hospicio de las Mercedes, y fue autor de varios libros sobre la materia, como “La neurosis de nuestros ases del ajedrez”, (1929). De tal obra extraemos sus descripciones.
Roberto Gabriel Grau


Lo que más llama la atención en nuestro campeón de ajedrez es la conformación de su cráneo. De diámetros amplios y bajos, sin la cintura parietal plana, lleva el problema perpetuo a resolver cuando trata de conseguir un sombrero que buenamente se quede fijo a su cabeza, sin correrse a las orejas, a la cara o a la nuca. Macrocéfalo. Pero es más interesante aún la curiosa asimetría frontal que presenta, a favor de su hemifrontal derecho o en detrimento del izquierdo. (…) Equivocadamente se cree que Grau tiene la manía de llevar el sombrero en la mano, pero se comprenderá que, aunque ése fuera su deseo, siempre le será un verdadero triunfo conseguirlo. Explorando otros terrenos: padece una adiposis de tipo hipogenital, por probable menopausa  masculina prematura. Obesidad endógena por insuficiencia endócrina. Protusión de los ojos. Ríe en exceso, como si lo hiciera forzadamente. Risa poco atractiva. Viste con desaliño. De relativa cultura general. Inteligente, intuitivo y deductivo nato. Escribe bien, con fluidez y realidad. Indiferente y distraído. Extemporáneo. De mucha memoria solamente para aquello que le interesa o le conviene. Formidable disector de los defectos de sus amigos y conocidos. Sensible al halago, vanidoso, oculta con poca inteligencia su amor propio simulando una humildad que no posee. Su tranquilidad es, probablemente, el arma más poderosa de sus triunfos, amén de su concepto sano del juego.
Damián Miguel Reca
Fumador empedernido. Padece una aortitis con disnea, temblores, ataques de pseudoanginas, desmayos. Excesivamente nervioso. Ex estudiante de los primeros cursos de medicina, conoce a fondo la enfermedad que le aqueja y su pronóstico. Esto amarga su vida y enloquece su emotividad. Inteligencia privilegiada, que pone de manifiesto al hablar sobre temas abstractos y explicar su concepto de las cosas humanas. Excelente estudiante, de altas notas conseguidas con poca dedicación. Escribe bien, aunque perturba la sintaxis por la manía de adjetivar y perderse en curiosas disquisiciones. Sacrifica la realidad por la belleza de la forma. Artista. De aspecto hosco, poco agradable, es en la intimidad todo lo contrario. Alegre, jovial, cautiva con su conversación declamatoria, atrayentes actitudes y simpática mímica. Magnético, absorbente. Extremista: ama u odia. Gran amigo o gran enemigo. No sabe de términos medios. Amargado. Es más lo que odia que lo que ama. Se enfurece fácilmente, adoptando la figura de la fiera acorralada. Perseguido, convencido de la malquerencia de todos, víctima de complots, hechos que comprueba por alucinaciones e interpretaciones. Preocupación delirante por su salud física. Hipocondríaco. Erótico. Cualquier mujer, por el sólo hecho de ser mujer, enciende sádicamente su admiración, encarnando su belleza y virtudes, cerebralmente. Comentarista maligno. Maneja el estilete de la ironía. Sin embargo, ama con delirio al peor de sus enemigos: el tabaco, que envenena su organismo. Este secuaz de su enfermedad cava apresuradamente la fosa que endulzará su angustioso vivir. Pero aún hay tiempo –bien lo sabe Reca– de dejar el tabaco, de vivir muchos años, de ser feliz, más humano, más dulce. Si no fuera por su toxicomanía tabáquica que obnubila su mente en el curso de sus partidas, Reca sería el campeón.
Julio Alberto Lynch
Galera antediluviana. Enormemente grueso. Habla a gritos. Disártrico. Sialorreico. Abandonado en su persona y en su vestimenta. Taconea al caminar; en pose, hernia su abdomen prominente; bolsiquea con torpeza. Fuma mucho, (y usa) por cigarrería los tableros vecinos, por cenicero sus ropas; paga con su distracción. Desordenado. Instrucción polarizada, poca cultura general. Sin afectos. Combatido, combate a todos. Perseguido, perseguidor. Pesimista, amargado. Jugador desordenado, se absorbe en las partidas por completo, aislándose del ambiente que lo rodea. Jugador de talento, ingenio maravilloso, intuitivo y deductivo, ni emplea ni conoce mayormente la teoría. Si cultivara ésta a fondo, sería el Capablanca argentino.
Carlos Máximo Portela
Es, de todos los ajedrecistas argentinos, tal vez el de más alta cultura, pero eso sí, muy superficial. Sabe y se ejercita en la música, literatura, pintura, con facilidad intuitiva, a veces desconcertante. Cultiva su físico en muchos deportes, que practica habitualmente. Hombre de mundo, amanerado, exageradamente sensible al halago, sabe distraer las reuniones sociales con sus habilidades en los juegos, pruebas de prestidigitación y curiosos relatos. Ameniza su elegante figura con tics pintorescos, con torsiones de bailarín clásico y el humo de sus cigarrillos rubios, que fuma hasta el exceso. Su silueta bien delineada contrasta con el aspecto enfermizo de su rostro. Exoftálmico, ictérico crónico, amarillo hasta el fondo blanco de la esclerótica. Neurasténico, hipocondríaco, padece de patofobia. Excesivo amor propio. Ente sutil de la simulación, aparentemente sugestionable. Engreído de su superioridad en el juego del ajedrez, cuando tiene una partida claudicante trata de impresionar al contrario y al público con una variedad de tics estudiados, diciendo de molestias físicas graves, relatando su íntima enfermedad hasta llegar al desmayo de tragedia barata. Y tanto se posesiona, que llega a convencerse de la verdad de estas afirmaciones utópicas, sufriendo realmente en todo el organismo, y especialmente en la exquisitez del sistema nervioso.
Sus amigos del Club (Argentino), que conocen sus modismos, idiosincrasia y manías, le plantean cuestiones mentidas sobre los “decires” de tal o cual contrario, para irritarlo, desatar sus enojos y gozar a costa de sus comentarios tóxicos, con la gama de aparatosidades en que los encuadra. En estas situaciones, ante el anuncio de cualquier ofensa velada, que le endilgan gratuitamente, evoluciona en un ciclo muy interesante. Comienza por reírse, amaga con tics, se irrita escalonadamente, desata finalmente su furia y… ¡gran diversión de los que encendieron la chispa!
Por otra parte: débil por el sexo débil. Erótico. Ególatra con algo de megalomanía. Estacionado en el ajedrez (desde) hace un tiempo. Estrella de colores que se defiende titánicamente del ocaso.



Luis Argentino Palau
Hormiga de la rutina. Maniático del tiempo y las costumbres. Tiene el hábito diario del mismo recorrido: asiste al mismo biógrafo, a la misma hora y en el mismo asiento; toma su café en el mismo Café; come siempre los mismos alimentos, etc. Como tiene la manía de no detenerse nunca ante las vidrieras por considerarlo innecesario, cuéntase la anécdota que, yendo tres o cuatro ajedrecistas por las calles de París, detuviéronse éstos ante una vidriera muy llamativa para contemplar las originalidades expuestas, a lo cual Palau, siguiendo con sus tradicionales costumbres, continuó de largo, perdiéndose en la maraña laberíntica de la Ciudad Luz. En el juego de ajedrez refleja su rutina sistemática, que sin permitirle llegar a lo extraordinario, le favorece el desarrollo normal, con escasos errores. Se destaca en todos los juegos. En el billar hace, sin esforzarse, de 30 a 40 carambolas por serie. En el póker, por su instinto conservador, gana infaliblemente. Su picardía mansa resalta, porque utiliza toda su inteligencia hasta en el asunto más insignificante. Posee una tranquilidad sencillamente desconcertante, copartícipe en un 90% de sus éxitos. Ni bebe ni fuma. Solitario, sin trato social, parco en palabras, indiferente. Sin audacia: entre dos caminos a elegir, toma el más tranquilo y conservador. Tímido, sin afectos. En los comentarios privados es un disector formidable. Jamás llegará a ser más que un buen jugador de 1ª categoría.
Valentín Fernández Coria

Ojos grandes, facciones etíopes, miope. Fumador. Metódico, de costumbres rutinarias. Neurasténico. Padece una extraordinaria falta de memoria, poca agilidad mental; tartamudo cerebral; disártrico. Tímido, apocado, interlocutor amable y resignado. Instruido, cursó hasta cuarto año de Ingeniería; actualmente es agrimensor. Sabe hacer alarde de la elefantiasis, de su imperativo categórico. Lo enaltece el amor que profesa a su madre, rayano en la idolatría. En el juego nunca llegará a más de lo que es.




Benito Higinio Villegas
Es el más viejo de nuestros ajedrecistas, el más amante del ajedrez. Maniático polarizado. Vive soñando partidas, variantes, aperturas y finales. Aún en la más indigente situación económica le dedicaba sus entusiasmos y la sistematización de su delirio. Al hablar de cualquier tema, en cualquier conversación, diálogo o tertulia, interrumpe inopinadamente con el análisis de tal o cual jugada o variante. Obsesionado. Ignora los hechos más notables que acontecen en el mundo. De relativa cultura general, amable, chistoso, con algo de poeta, guitarrista y cantor. Posee un ameno equipaje de dichos criollos. Fumador empedernido. Con tal de jugar una partida olvida hasta de comer. No tiene a menos hacerlo con un jugador recién iniciado, tomándose el mismo interés que si disputara la partida a un oponente de igual categoría. Durante la misma, no se distrae absolutamente para nada. Posee el récord de tiempo (jugando partidas de ajedrez): 30 horas (seguidas).
Es un gran teórico, pero desgraciadamente con tesis propias de dudoso valor. Por ello es un maestro mediocre, rutinario. Muy nervioso, disimula su intranquilidad hasta despistar por completo, pero que pone de manifiesto cuando toma el vaso en que bebe, momento durante el cual puede observarse el temblor violento que lo ataca y que no puede reprimir, a pesar de los esfuerzos visibles que hace para conseguirlo.

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Glosario.
Aortitis con disnea: Aortitis es una inflamación de la aorta, y disnea equivale a dificultad para respirar.
Bolsiquear con torpeza: Meter las manos en los bolsillos.
Disártrico: El habla disártrica o farfullante indica que es apurada, confusa y atropellada.
Exoftálmico: La exoftalmia consiste en la propulsión notable del globo ocular de la cavidad orbitaria que lo contiene.
Ictérico: La ictericia es la coloración amarillenta de la piel y mucosas.
Patofobia: Temor mórbido (fobia) a las enfermedades.
Protusión de los ojos: Vulgarmente, ojos saltones.
Pseudoanginas: Se llama pseudoangina cuando los pacientes experimentan punzadas en hipocondrio izquierdo
Sialorreico: Secreción exagerada de saliva.

Bibliografía consultada:
 “La neurosis de nuestros ases del ajedrez”, Ernesto D. Andía, Talleres Damiano, Buenos Aires, 1929


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